(...) Hay en mi alma un pozo muerto, donde no
se refleja el sol, y del que huyen los pájaros
con terrores de virgen ante un misterio de
cadáveres.
Mi alma es un palacio de piedras, donde
habitan los ausentes, trayéndome la sombra
de sus cuerpos para alivio y compañía de mi
vida.
Mi alma es un campo desbatado donde el
rayo quemó hasta las raíces, y donde no
se puede florecer ni el cardo.
Mi alma es una huérfana loca que anda de
tumba en tumba buscando el amor de los
muertos.
Mi alma es una flecha de oro perdida en un
charco de fango.
Mi alma, mi pobre alma, es una ciega que
marcha a tientas sin apoyo y sin guía. (...)
Wilms Montt