Four - Phineas Newborn
Un inundante olor a café. Entrar a ese lugar era cambiar de aire y visión.
Había sido un mal día para la pequeña hormiga. A pesar de haber conseguido migas, la paga seguía siendo una miseria y apenas le alcanzaba para uno que otro capricho de la vida. El café era ese que nunca faltaba, aunque tuviera que quedar debiendo, y con grandes intereses. Había despertadose temprano rogando que no lloviese al igual que ayer, pero no se libró de mojarse los pequeños pies que corrían de allá para acá persiguiendo un granito de azúcar que se lo llevaba el viento, lejos del charco azul. Se había salido de la fila e Inspector lo había denunciado, cobrándole de igual manera el grano. Si rompía la fila no importaba lo que consiguiese, tenía que seguir el orden. No valía el riesgo. Tenía que seguir las normas, el resultado era tan importante cómo la manera. Y hormiga creía firmemente que no tenía que ser así, ¿Por qué tenía que ser así? Luego de esto tocó la segunda labor del día; era soldado de segunda clase, por lo que su única tarea además de la recolección de migas y sobras, era la de agrandar el hormiguero. Caminó 8 horas recolectando tierra, mojándola con sus cochinos ojos. Cuando finalmente acabó el shift, recogió su paga de 5 gotas de agua y se dirigió inmediatamente al café.
Por el camino intercambió 2 gotas de agua por un ramo de flores, y justo en la línea de al lado de su destino logró conseguir una miga de chocolate por 3 gotas de agua. Y se fue la paga, pero estaba seguro (aunque aún no ocurría) de que valdría la pena.
Llegó a la pequeña habitación pintada de azul, recostándose en el cómodo colchón grisáceo. Estaba esperando la, realmente, única paga que valía la pena. Esperó unas 2 horas, pero tranquilo, sabíase que estaría de turno al ser un soldado de quinta de clase. Estaba mojando las flores con sus ojos con el objetivo de que se viesen hermosísimas cuando llegase cuando finalmente apareció. Escuchó dos de sus pasos antes de que girase la diminuta manilla y atravesase la puerta. Aún traía puesto el uniforme, se notaba que había estado corriendo debido a las gotas rápidas de barro en los zapatitos. Quedaron dos segundos mirándose el uno al otro, dibujando una sonrisa con sus dientes imaginarios. La hormiga soldado de quinta clase se sentó al lado de la de segunda clase, ésta última entregándole lo que había intercambiado por su paga. Ambas consumieron lo adquerido juntas. La hormiga quién había tenido un mal día estaba teniendo el mejor momento de su vida, al inundarse en los cafés ojos de su pequeño amado. No sólo emitían paz, sino que te inundaban de un olor, te cambiaban todo. Había valido la pena, y mañana también sería un mal día, hasta que lo viese.
ö