Su ida significó mucho más que el fin de una generación.
No lxs abracé.
Y no haber hecho ese gesto no fue lo que más dolió. Lo que más duele es el hecho de haber perdido uno de los factores más importantes para nuestra reconciliación, y ese es que teníamos la posibilidad de vernos todos los días. Todos los días tuve una importante oportunidad más de abrazarlxs, de hablarles, de terminar bien. De un cierre. Quizá no una reconciliación, veo lejana la posibilidad de volver a ser lo que alguna vez fuimos, pero un cierre...
Es cierto que nos podemos topar en la calle. Que quizá nos veamos carreteando. Pero la vida a veces no juega a nuestro favor, y debí haber aprovechado mis oportunidades mientras las tenía. Y no lo hice. Me parece que me escondo en la excusa de que aún siento un rechazo proviniente de ellas y que eso me alejaba, pero me atrevo a llamarme cobarde.
Lxs extraño tanto. Las tardes juntos, las noches tontas, cuando aperramos si a alguno le pasaba algo, las conversaciones y discusiones. Me dicen por ahí que el grupo ya no es lo mismo, pero a mí me gusta pensar que sí, me gusta pensar que me extrañan muy en el fondo y que quizá mi presencia no les desagrade tanto como todos creíamos.
No creo que ninguno se haya sentido como yo. Somos todos diferentes, yo tengo un pasado tormentoso con el tema de la amistad y quizá fue por eso que me aferré tanto a ustedes. Después de todo me metí al grupo después de que Cristian me viera llorar porque envidiaba que tuviera tantas amistades y compañía y yo era tan nula... y mírenme ahora. Aquí estoy de nuevo, luego de un Viernes por la noche en casa llorando...
Me había enamorado de nuestro cariño, que al parecer no fue tan fuerte como me inventé que era.